Sin embargo, Esmeralda no está sola.
- Ixchel Guzmán
- 28 oct 2024
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Ixchel Guzmán.
Oaxaca de Juárez, Oaxaca. 29 de octubre de 2024.
Cuando las mujeres reclamamos la autonomía sobre nuestro cuerpo estamos desafiando un orden político, pero también económico.

En los últimos años, la marea verde ha irrumpido con fuerza en algunos de los congresos locales de la República Mexicana. Las miles de mujeres organizadas y sus pañuelos verdes han logrado la despenalización del aborto en 15 entidades y, sin embargo, Esmeralda, una niña de 14 años está al borde de un juicio que la envíe a prisión durante tres años por haber sufrido un aborto espontáneo de un embarazo que fue producto de una violación.
A todas luces, la criminalización de Esmeralda es una violación flagrante a sus derechos humanos. La Fiscalía de Querétaro inició la carpeta de investigación por el delito de aborto, luego, cuando ella declaró haber sido violada por un hombre tres años mayor, reclasificó la carpeta como homicidio calificado y no dio seguimiento a la investigación por violencia sexual. Y aunque el peritaje de los servicios médicos indicó que el feto murió varios días antes de ser expulsado, la versión del fiscal acusa que nació vivo y murió por estrangulamiento. Además, la Fiscalía de Querétaro aceptó testimonios revictimizantes como prueba contra Esmeralda, le dictó arraigo domiciliario como medida cautelar, ha solicitado se le dicten tres años de cárcel y le exige más de medio millón de pesos como medida de reparación del daño para el hombre que abusó de ella.
Querétaro, el estado en el que vive Esmeralda, es uno de los que no ha permitido la despenalización del aborto. Aún peor, es la entidad con la pena más alta para las mujeres que deciden abortar en México: de uno a tres años de prisión.
En estas circunstancias no dejo de preguntarme ¿qué se manifiesta cuando un estado decide sostener como delito el aborto, a pesar del reconocimiento de este derecho por parte de instancias tan preponderantes como la Suprema Corte?, ¿qué se manifiesta cuando las instituciones estatales se activan para criminalizar tan salvajemente a una niña?
Durante siglos, las mujeres hemos sido subyugadas por el orden patriarcal de la sociedad, en el que nuestros cuerpos, nuestros deseos y nuestras vidas han estado dispuestas para cumplir la tarea fundamental de cuidar y reproducir la mano de obra que alimenta al Estado y al capital.
Tener la capacidad biológica de gestar ha convertido a nuestros cuerpos en la fuente de lo único que hace crecer al capital: el trabajo humano. Por lo tanto, cuando las mujeres reclamamos la autonomía sobre nuestro cuerpo estamos desafiando un orden político, pero también económico.
Lo que hoy pesa sobre Esmeralda es el escarmiento, el castigo, el recordatorio a todas las mujeres de que el orden económico-patriarcal sigue muy vigente, indispuesto a tolerar su derrumbe.
Esmeralda ni siquiera osó desafiar el mandato patriarcal de sumisión, fue su cuerpo el que habló y fue expuesta como el epítome de una violencia patriarcal salvaje y sistemática que todavía está lejos de ser demolida.
Sin embargo, Esmeralda no está sola, ni todas las demás sobre las que pesa la condena del escarnio, de la privación de la libertad, o la tristeza de la pérdida por haber desafiado el orden establecido y haber ejercido la autonomía sobre su cuerpo, su deseo y su propia vida.
No están solas, no estamos solas: Acá estamos todas y gritamos que no pararemos hasta ver derrumbada la última piedra de este orden patriarcal que aniquila la vida.
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