OPINIÓN | Silvia Pinal en Viridiana (1963) y Simón en el desierto (1965)
- Josué Cinéfago
- 1 dic 2024
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 19 dic 2024
Silvia Pinal
El Plato Fuerte
Don Jaime, un viejo español, vive retirado y solitario en su hacienda desde la muerte de su esposa, ocurrida el mismo día de la boda. Un día recibe la visita de su sobrina Viridiana (Silvia Pinal), novicia en un convento quien pondrá a prueba la caridad católica.

En 1960 el sexagenario exiliado director de cine Luis Buñuel (Los Olvidados, 1950) decide grabar su nueva película en la España franquista. Silvia Pinal, quien buscaba filmar con el director, lo logra con ayuda de quien fuera su esposo, Gustavo Alatriste, quien apoyó a Buñuel. Y así, tras lograr que la censura española aprobara el guion, se comienza a filmar Viridiana, la única película española que ha ganado la Palma de Oro en el Festival de Cannes.
Viridiana (inmaculada Silvia Pinal), está a punto de tomar sus votos para convertirse en monja. No muy convencida pero alentada por la madre superiora, visita a su tío quien ve en ella el vivo retrato de su esposa muerta. El tío convence a su sobrina de portar el vestido de bodas de la difunta, la droga y le hace insinuaciones. Tras la culpa, ella se va, pero regresa al saber que su tío ha muerto cual Judas. Víctima y victimario, a veces duermen bajo el mismo techo.

Cual santa, Viridiana traerá a la casa a pobres vagabundos (algunos reales según se cuenta), no sólo para poner a prueba su fe en Dios, sino en las personas. Sin embargo, este montón de despojados, al mínimo gesto de caridad, tratarán de saciar todos sus apetitos humanos al punto de pecado (y violación), sin preocuparse en lo más mínimo por alimentar el espíritu.
Así pues, vemos cómo los más desposeídos de este mundo pueden a llegar ser tan crueles y grotescos como el resto de nosotros (una dictadura), donde la religión a pesar de dar esperanza, en lo real y humano parece no servir de mucho. Un mundo que a veces parece abandonado de la mano de Dios, donde protege más un crucifico que se convierte en navaja, que cualquier fe u oración.

Buñuel, decepcionado de la religión, demuestra este desencanto escenificando una última cena que a las “buenas conciencias” le resultará blasfema y repugnante, cuando ¿no estamos todos invitados al banquete del señor?
Todo esto en medio de un sobrino heredero de la casa, que poco a poco se desata de su esposa y que sigilosamente se acerca a Ramona, la ama de llaves, y a Viridiana, su prima, hasta concluir con un juego de cartas: una nueva trinidad amorosa, una triada conyugal. Un ménage à trois (hogar de tres).
El Postre
Simón es un asceta: persona que, en busca de la perfección espiritual, vive en la renuncia de lo mundano y en la disciplina de las exigencias del cuerpo. Durante varios días, mientras hace penitencia, se le aparece el diablo que tratará de hacerlo caer en tentación.
Simón del desierto (1965, México), mediometraje surrealista de 45 minutos, sigue explorando las inquietudes religiosas de Buñuel, mediante un personaje que extrema la fe, al mismo tiempo que será seducido por los placeres mundanos y por el mismo diablo.

Tras 8 años, 8 meses y 8 días, Satanás (sulfúrica Silvia Pinal) se acerca a él para tratar de seducirlo por medio de adulaciones y demás tentaciones carnales, lo que hará no sólo cuestionar al mismo Simón de su propia fe, sino a los demás de qué tan apartado está del mundo real y que tan cerca del supuesto mundo celestial.
Justo entonces, Simón aparece en los años 70 en un club nocturno donde oímos rock en vivo y donde nuestra satánica Silvia Pinal bailará “carne radioactiva”, y donde un Simón ya desinteresado, sólo le queda aguardar el final de los tiempos.
Comments