OPINIÓN | Olinia y los espejismos de la transición energética
- Ixchel Guzmán
- 7 ene
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Actualizado: 9 ene
Es crucial mirar a los territorios en los que son instalados los proyectos eléctricos. En el caso de México, estos son habitados en su gran mayoría por poblaciones indígenas sobre las que pesa una desigualdad estructural, que todavía hoy se acentúa con del despojo de sus recursos naturales y sus territorios a través de las políticas extractivas promovidas por distintos sectores, entre ellos, el energético.

Ayer fue presentada la armadora Olinia, un proyecto que promete la consolidación de una armadora mexicana de mini vehículos eléctricos antes de que termine el sexenio de Claudia Sheinbaum.
Aunque sus principales cartas de presentación fueron las contribuciones que tendrá al modelo de “Prosperidad compartida” y a la eficiencia en la movilidad urbana, pondré zoom en una carta secundaria pero trascendente: la transición energética.
“Es importante destacar que Olinia atiende un tema de gran interés para la Presidenta, ya que contribuye a la transición energética y el cuidado del medio ambiente al reducir las emisiones de combustibles fósiles”, fue la declaración de Rosaura Ruiz, Secretaria de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación, al presentar el proyecto en la Mañanera del Pueblo.
He escrito carta secundaria como una mera percepción personal por la forma en que ha sido incluida en el discurso. Desde el enfoque de la administración pública, las acciones emprendidas deben estar fundadas y motivadas en la ley, en las necesidades sociales y en los problemas públicos. Por lo tanto, decir que el proyecto atiende a un interés de quien encabeza el Poder Ejecutivo, es tanto como decir que se trata de un gusto de quien ejerce el poder y, por más legítima que sea la problemática que se atiende, lo que pesa en la decisión no son los hechos sociales o el respaldo legal, sino los deseos o las condiciones de quien ostenta el poder público.
Pero pasemos a la sustancia: La transición energética. Por inferencia de lo dicho por la Dra. Rosaura Ruiz, deberíamos entender que la adopción de los mini vehículos eléctricos que ensamblará Olinia provocará la disminución en el consumo de combustibles fósiles, específicamente gasolina, disminuyendo así nuestras emisiones de CO2, sin embargo, hay asuntos sin resolver que debemos poner de manifiesto cuando se habla de transición energética para no ser víctimas de una falsa solución.
El primer foco que hay por encender es la composición de la matriz energética del país. Aunque la Ley de la Industria Eléctrica clasifica a las energías limpias en renovables y no renovables, en sentido estricto son las renovables las que contribuyen a la descarbonización de la atmósfera. De acuerdo con los datos del Reporte de Avance de Energías Limpias 2024, del total de la energía que se consume en México, sólo el 21.5% se genera a través de fuentes renovables, como la hidráulica, geotérmica, eólica, fotovoltaica y biomasa (datos con corte al primer semestre de 2023).
Esto nos deja un 13.5% por debajo de lo ordenado por la Ley General de Cambio Climático, en la que se estableció que para 2024 un 35% de la electricidad debía ser generada a partir de fuentes limpias. Para decir que movernos en autos eléctricos contribuye a la transición energética, primero deberíamos tener una matriz energética compuesta en una proporción considerable por energías renovables, o al menos en los límites de sus metas nacionalmente determinadas (NDC, en los términos de los instrumentos internacionales, que en el caso de México corresponde a lo establecido en la Ley General de Cambio Climático).
Un segundo foco por encender es la justicia climática. Cuando pensamos en los diferentes caminos de adaptación y mitigación de la crisis climática es fundamental pensar en la distribución de las cargas y los beneficios que las soluciones que se diseñen tendrán sobre las poblaciones, pues factores como el género, la edad y la racialización exacerban la desigualdad existente.
En México, según los datos del Atlas de la Propiedad Social de la Tierra 2024, el 50.7% del territorio nacional es propiedad social, es decir, que su administración es a través de ejidos o comunidades; y más del 47% de la superficie en propiedad social es habitada por población indígena.
Para 2020, el 80% del territorio ocupado sólo por proyectos eólicos en México tenía la categoría de propiedad social; y ya para 2022, FLACSO contabilizó 109 conflictos socioambientales asociados a la energía eólica, esto es, que debido a la naturaleza del proyecto y su propuesta de explotación de los recursos del territorio en el que pretendía ser implantado, la población habitante se oponía a su instalación.
Estas cifras ponen de manifiesto que al hablar de transición energética se debe hablar de justicia climática. Es crucial mirar a los territorios en los que son instalados los proyectos eléctricos. En el caso de México estos son habitados en su gran mayoría por poblaciones indígenas sobre las que pesa una desigualdad estructural, que todavía hoy se acentúa con del despojo de sus recursos naturales y sus territorios a través de las políticas extractivas promovidas por distintos sectores, entre ellos, el energético.
Concluyendo, si compran un mini Olinia hecho en México, no olviden mirar la matriz energética y los territorios en los que se asientan los proyectos que generarán la electricidad con la que funcionarán, quizá para entonces los espejismos de la transición energética hayan desaparecido para ser una realidad.
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