OPINIÓN | La política de los "Hombres Fuertes"
- Alex Hernández
- 29 ene
- 3 Min. de lectura
Columna: La República del Poder
Son esos prototipos de “hombres fuertes” quienes marcan la agenda mundial hoy en día, a través de sus decisiones o declaraciones: la eliminación de la figura del feminicidio en Argentina, las deportaciones masivas en Estados Unidos o las violaciones de Derechos Humanos en El Salvador, todas estas determinaciones movidas por objetivos políticos con un discurso confrontativo de ellos vs nosotros.

“Yo también tengo un botón nuclear, pero es mucho más grande y poderoso que el suyo”, palabras que bien podrían ser metáfora a la “viril” conversación de un macho o la declaración de Donald Trump hacia Kim Jong-Un sobre armamento nuclear.
Lo cierto es que gobernantes como Trump, Milei, Bukele o Bolsonaro, personifican a un espécimen de líder que cada vez abarca más terreno, con “soluciones únicas” y basados en la fuerza y la polarización.
La política de los “Hombres Fuertes” deviene de esa -no tan vieja- corriente de la política “Realista” (realpolitik), basada en las relaciones de fuerza y sostenida en el nacional populismo, desembocando en figuras con tintes autoritarios de soluciones cimentadas en la supervivencia y la competición, planteando la necesidad de un Estado que intenta aumentar su potencia con el paso del tiempo, siendo la base del sistema y buscando en todo momento el “interés nacional”.
Son esos prototipos de “hombres fuertes” quienes marcan la agenda mundial hoy en día, a través de sus decisiones o declaraciones: la eliminación de la figura del feminicidio en Argentina, las deportaciones masivas en Estados Unidos o las violaciones de Derechos Humanos en El Salvador, todas estas determinaciones movidas por objetivos políticos con un discurso confrontativo de ellos vs nosotros.

Pero ¿cuál es la razón de que la “macho política” sea el último grito de la moda en los
gobiernos -principalmente- occidentales? Tal vez la súbita caída en la credibilidad de los gobiernos de izquierda, la desesperación ciudadana a respuestas inmediatas y contundentes a sus problemas que cada vez son más y más grandes, o sencillamente es por el carisma que irradian muchas veces estos líderes y que logran traspasar a las redes sociales, convirtiéndolos en rockstars de la disrupción y la incorreción política.
Xenofobia, machismo y racismo son solo un par de rasgos propios de esta especie, que comulgan valiéndose de un lenguaje que rechaza lo políticamente correcto y que intenta convencer a la gente de que sus propuestas son la única y correcta solución posible.
En un mundo en donde parecía que habíamos encontrado la consciencia social y el reconocimiento de varias de las problemáticas actuales, nos topamos con lo que parecería un retroceso en la lucha de varios frentes que han librado batallas muy importantes por conseguir un mundo reflexivo y autocrítico, una sociedad un poco más igualitaria, tolerante e inclusiva ¿o es acaso de que era la mera pantomima y que en realidad tenemos una debilidad por aquellos “hombres fuertes” que nos pueden prometer seguridad y solvencia, aún a pesar de los riesgos que ello implique?
Será importante ahondar en lo que se está apostando, lo que se pierde y lo que tentativamente se puede ganar, la verdad es que, el relanzamiento de esta política traerá consigo cambios en la democracia como la conocemos, democracia que dicho sea de paso, ha colocado como gobernantes a esta figuras, en una posible ejemplificación de síndrome de Estocolmo o como grito desesperado de una ciudadanía ortodoxa que prefiere soluciones inmediatas a pesar de lo comprometido que pueda verse el futuro.
Pero tal como sucedía con el bullying de la secundaria, el antídoto podría estar en la unión de las fuerzas “menores”, las que aún a pesar de las decepciones, siguen en la búsqueda constante de la crítica, el razonamiento y la empatía a la otra y el otro, porque como sucedió en batallas memorables como la de Rocky vs Iván Drago o David contra Goliat, la fortaleza no solo venga de los músculos y el tamaño, sino de la forma en como cada uno percibe la realidad y la capacidad de unir a todas aquellas personas en la misma sintonía.
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